domingo, octubre 23, 2005

Las nueve y treinta.

Lo último que recuerdo fue la cercanía del asfalto entrando por mis ojos. Luego, un cierto vacío. Un abrir y cerrar de ojos. Una cama, una habitación blanca, el penetrante olor a formol y desinfectante y un reloj que marcaba las nueve treinta.

Vencido por la fatiga, dormí. Desperté en la misma habitación, en la misma cama, con el mismo olor a formol y desinfectante, el reloj que aún marcaba las nueve treinta… y un temor enorme a preguntar si son las pilas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Looks nice! Awesome content. Good job guys.
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